7 nov 2009

Semblanza a una amiga

Por: Clara Castro Núñez

Evocar a Luz Angélica es recordar muchos momentos compartidos y sobre todo, sentir un profundo orgullo al poder decir que tocó la vida de todos nosotros como amiga, como hija, como hermana, como esposa y como madre. Pero estas palabras no bastan para comprender todo lo que ella representó como mujer y como un ser humano muy especial.

Una de las facetas que primero viene a mi mente es una Luz Angélica comprometida con su trabajo e ideales: recordarán que siempre participó activamente en las causas que consideraba justas, sin limitarse sólo a expresar su opinión. No. Ella tenía que ser parte del cambio, como cuando se unió a la huelga de hambre del Fuero Privativo de Trabajo del Poder Judicial, buscando reivindicar los derechos de los trabajadores.

No había manera de convencerla que tenía que dejar de lado esta medida y que debía probar alimento. Y junto a su compromiso con el trabajo, se entregaba con el mismo ahínco a los estudios, monografías en grupo y proyectos extracurriculares. Todos asumidos con responsabilidad y culminados con éxito: ella se recibió de Comunicadora Social en la Universidad de San Marcos.

Lo segundo que impresiona y ha dejado huella es nuestra Luz Angélica transparente e íntegra: desde la mirada franca y directa, las palabras sinceras y la sonrisa abierta y fácil. Cualidades que le permitieron cultivar el amor y la amistad como afectos sólidos y duraderos a través de los años.

¿Y una cara molesta? Pues también, una cara molesta cuando había una responsabilidad no cumplida, un comentario desatinado, una acción desafortunada. Pero no duraba mucho, luego de la respectiva llamada de atención, nuevamente la alegría y la serenidad se instalaban en su semblante.

¿Y es posible dejar de mencionar su tremenda fortaleza? Imposible. Esa fortaleza, estamos seguros, le permitió afrontar muchos retos en la vida, pero que se puso de mayor manifiesto aún en su decisión de luchar para enfrentar la enfermedad que la aquejaba. Sé, con certeza, que Luz Angélica supo de la admiración y respeto que esta enorme fortaleza nos inspiraba. Y esta admiración se hacía más grande aún cuando nos comentaba que quería compartir su experiencia con amigos que estaban pasando por su misma situación, ayudarles con su vivencia.

Podríamos contar de tantos momentos compartidos con ella. Unos divertidos, otros sencillos y otros muchos especiales. Especiales como la celebración de su matrimonio con José, el compañero de su vida. Consolidaron con amor una unión estable, siempre pendiente de cómo crecer juntos, de cómo apoyarse mutuamente en lo personal y profesional.

La llegada de su hija Katita, le permitió ejercer, sin descanso, su vocación madre. Preocupada por educarla, inculcarle valores, corregirla, entregarle su amor y lo mejor de sí para formarla como ser humano. El cariño por cada uno de sus hermanos y hermanas, pendiente de cada uno de ellos. El amor incondicional hacia su madre, atenta a su bienestar, preocupada por su tranquilidad. La calidez de su entrega para con los amigos, siempre dispuesta a escuchar y aconsejar, transmitiendo un sentimiento de protección.

Son muchos los recuerdos, así como somos muchos los que la recordamos. Gracias por habernos permitido ser parte de tu vida. Hasta siempre querida amiga…

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