22 abr 2007
Estreno en el ciberespacio
Este instrumento virtual, que aspira a ser nuestro enlace, ha sido concretado después de largos días de evocación, concienzuda búsqueda (en álbumes y cajones) de material fotográfico y la elaboración de sabrosas crónicas y textos para su deleite.
Para mejorar esta página, todos tenemos que contribuir a su renovación y enriquecimiento con imágenes, anécdotas, historias, artículos o el inicio de alguna campaña a favor de algún amigo de la base. Es decir, lo que ustedes consideren que pueda ser compartido en esta comunidad.
Queremos expresarles que lo más importante de este esfuerzo, no es solamente el hecho de activar este sitio, que ahora es nuestro, ni de reunirnos socialmente. Creemos que esta es la oportunidad para que el grupo se fortalezca, se apoye, tenga mayor continuidad y logre generar una comunicación más fluida.
Todo material fotográfico, textos, ideas, comentarios u otros, deben enviarlo al correo base80comunicacion@gmail.com para que pueda ser publicado. ¡Anímense!, solo tienen que hacer un poquito de memoria, tomar lápiz y papel (o un teclado) y enviar sus aportes lo más pronto posible.
Estaremos esperándolos.
Comisión Organizadora.
25 años después
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La cita
Una tarde de setiembre del 2005, cuatro mujeres se dirigieron, desde diferentes puntos de la ciudad, al segundo piso del centro comercial Plaza Vea en el distrito de Lince. En sus mentes rondaba una fijación: planear y ejecutar el reencuentro de los compañeros de la Base 80 de la Escuela de Comunicación Social, a 25 años del ingreso a la Decana de América.
Sobre la mesa, además de los heladitos para el antojo, fue desplegado un amarillento periódico en cuyas páginas se observaba la lista de los nuevos sanmarquinos del año 1980. A partir de este impreso, se iniciaron las pesquisas para conocer el destino de todos los que nos conocimos ese año en el Pabellón “Javier Heraud”, en el tercer piso de la Facultad de Letras.
Clara Castro, Hilda Suárez, Luz Terrones y Ana Luz Domínguez, sabían que la operación no sería tan dulce como el fudge que degustaban. Así, luego de los besos y abrazos, los como has estado y (como no podía ser de otro modo) los intercambios de remembranzas, procedieron a elaborar un registro completo de los compañeros con quienes tenían contacto. Pronto repararon que no había mucho material entre sus manos.
Técnicas de búsqueda
En las semanas que siguieron Luz se convirtió en detective, o más bien en una especie de agente encubierta sembrada en la ONPE, lugar donde trabajaba. Ella asumió la tarea de localizar las direcciones, o alguna pista, de aquellos que fueron etiquetados como los “inubicables”.
Aprovechando sus selectas relaciones en la institución y operando claves encriptadas (quien sabe si también guiños), logró acceder a un cúmulo de legajos del RENIEC sin apretar gargantas, ni gastar un solo cartucho. Cumplió como toda una profesional.
En forma paralela a estos despachos, se hicieron innumerables llamadas telefónicas, se tocaron puertas, se contrataron palomas mensajeras, se hicieron señales de humo y un largo etcétera. Es decir, se emplearon todos los recursos posibles para convocar a la muchachada. La idea era descubrir los eslabones que erigirían la cadena que nos llevaría a encontrar a la mayoría de los amigos perdidos en el tiempo. Entonces, la meta se transformó en un reto.
Afortunadamente, la respuesta fue inmediata. Gledy desde el cálido Chiclayo llamó para confirmar su asistencia. Viajaría a Lima especialmente para la reunión. Rufo se comunicó con los organizadores para garantizar su presencia. Walter Carrillo, Miguel Tello y Manuel Zare, escribieron por correo aceptando la propuesta. Estarían presentes. Poco a poco, el llamamiento comenzó a tomar cuerpo.
Clara y Ana Luz fueron las encargadas de buscar el lugar donde se realizaría el ansiado acontecimiento. “Caminamos todo el distrito de San Isidro”, llegó a confesar, extenuada, Clarita. Y lo consiguieron, hallaron un restaurante de buena comida, grato ambiente y precios módicos: el Chifa Palacio. Cuadra cinco de Canaval y Moreyra. La reunión se realizaría el sábado 10 de diciembre.
El reencuentro
Diciembre es un mes especial. Y no solo por el rumor navideño. Hacia el fin del año todos hacemos el balance de nuestro itinerario y esperamos que el año venidero sea siempre mejor. En ese repaso anual, los que asistimos al reencuentro por los 25 años, tuvimos la suerte de añadir esos gratos momentos al listado de nuestros hechos históricos personales.
Esa noche, las muchachas llegaron luciendo sus galas y brillos, y los muchachos se aparecieron enfundados en sus aposturas y elegancias. Volver a ver a Manuelito Zare con su talante de dandy de los 80; divisar la plática entre “Coco” Castillo, peinando ya algunas canas, y el buen Walter Carrillo, mostrando esa sonrisa cachacienta que lo eterniza, fue como viajar al pasado.
Que placer departir con Luz, en su papel de comité de recepción, y escuchar atentos el discurso de bienvenida de Clara, secundada por las palabras de Hilda y el brindis de Ricardo. Trasuntaban nerviosismo porque ellos sabían que entre el bosquejo de Plaza Vea, meses atrás, y la realidad de esa noche, había tanto trabajo y muchas historias por contar.
Fue gratificante saber de Rufo Palomino, quien recitó al auditorio unos cuantos versos de su inspiración, y abrazar a Delia Reyes, Carmencita Chinchay, Cristina Aquino y Noé Ñahuinlla. Como olvidar las imágenes de la ahora catedrática de comunicación Rosa Cusipuma, de Ana Luz Domínguez y de Ana Amasifuen.
Y allí estaban Marco Polo y su delgadez de quinceañero, Ricardo Carrera y sus cabellos despidiéndose del planeta, y Mariana López impregnada con esa estampa de madurez. Imagínense a Teresa Córdova y Gledy Merma cuchichear contándose secretillos, chinas de risa, después de los postres.
El menú consistió en suikao frito, enrollado de primavera, kam-lu wantan, chuypikay con hongos chinos, tallarín especial y arroz chaufa con pollo. Luego, dos rondas de pisco sour calentaron los ánimos y nos dejaron prestos para el bailongo al son de las orquestas y bandas de Franky Ruiz, Oscar De León, los Enanitos Verdes, Bee Gees y algunas otras estrellas de los ochenta. Por el lado de las mujeres, Delia Reyes, con su ímpetu y gracia, se llevó las palmas. Walter Carrillo no quiso quedarse atrás y se reveló agilito y dúctil en la pista. Teresa Córdova, cámara en ristre, no se perdió ningún detalle del espectáculo. El resto no tardó en armar la fiesta.
De esta manera, en medio de un entorno de camaradería y plagados de reminiscencias, alegría, música y las chelas de rigor, terminó una noche espectacular. No sería la última.
Marco Polo Sántillán, nuestro reportero gráfico, ostentando la calidad de su cámara digital en medio de la chamba. Rosa Cusipuma y Manuelito Zare festejan.
Hilda Suárez, Luz Terrones y Teresa Córdova, esperan con ansias los bocadillos.
Miguel Tello, Delia Reyes, Cristina Aquino, Carmen Chinchay, Mariana López y Clara Castro, escuchan atentamente las palabras de uno de los oradores de la noche. Delia y Cristina solo esperan el momento del brindis.
Ana Amasifuen abraza orgullosa a su hijo la noche de la reunión por los 25 años.
Gledy Merma, Teresa Córdova y Luz Terrones, muestran su mejor sonrisa. Al extremo derecho se observa a Hilda Suárez y Rufino Palomino.
Jorge Castillo y Walter Carrillo observan con mucha atención a los compañeros de la base después de muchos años. Fue en el reencuentro por los 25 años.
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La simpatía de Clara Castro no está en discusión.
La timidez y la cordura se convirtieron en Manuel Zare.
Rosa Cusipuma y su figura serena.
Reencuentro de verano
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Nuevamente juntos
El 14 de octubre el Comité Organizador en pleno saboreaba unos piqueitos en el ya clásico segundo piso de Plaza Vea en Lince. Al mismo tiempo, se esbozaban los primeros pasos para concretar el requerimiento de revivir otra noche para el recuerdo. Lamentablemente, por diversos motivos, no se pudo concretar el evento hasta el 10 de febrero del 2007. El lugar elegido fue el Club Departamental Arequipa, ubicado en la primera cuadra de República de Chile en Lima.
La noche fue emotiva y llena de sorpresas. ¿Se acuerdan ustedes de Ana María Cabello, la de los rulos que jugaban con el viento, de la seriecita niña Flor Kusterman; de Carmen Alcántara, la morena alta y delgada; de Mary Cruzado, la de los ojitos rasgados; y de Eduardo Santillán, sí, el mismísimo “Chosica”? Pues bien, allí estaban, 26 años después. Igualitos (bueno, casi). Que alegría.
A esta reunión, asistieron muchos compañeros que no estuvieron presentes en el reencuentro del 2005, pero ya los habíamos visto a retazos en estos años. En este contingente estaban las chicas de la mirada soñadora Mayra Castañeda y Mónica Vecco; Jorge Corcuerca, el popular “Chapita”; Gustavo Arauco (¿tenía chapa?); Juan Hilma, ex integrante del equipo de los chabacanos, y Guillermo Vidalón, ex chiquillo.
Por hechos de fuerza mayor, no pudieron asistir algunos amigos que sí fueron a la reunión en el Chifa Palacio. Ojalá los veamos en la cita de este año. Es la única salida para que no los volvamos a extrañar.
Esta vez, solamente se han perdido un proverbial plato de rocoto relleno de entrada (como correspondía), una suculenta malaya con papas doradas de fondo y el paladeo de un semiseco (fina cortesía de Guillermo y Walter) para el brindis. Asimismo, no se han deleitado con las anécdotas de Juan Hilma, la conversa político minera con Guillermito, el momento cultural con Miguel, las historias jamás contadas de Gledy y el gusto de bailar con las muchachas y muchachos de los ochenta. Por último, no aparecerán en las fotografías y jamás sentirán ese bálsamo que fue la cita en el verano del 2007. Ya pues, no se ausenten la próxima.
Completaron el grupo, los consuetudinarios (nadie ha dicho los juergueros) de siempre en estos compromisos: Hilda, Marco, Ricardo, Clara, Rosa, Gledy, Rufo, Walter, Mariana, Cristina y Miguel. El reencuentro en el Club Arequipa fue todo un éxito.
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Las chibolas Mayra Castañeda, Gledy Merma (recién aterrizada de Chiclayo), Clara Castro e Hilda Suárez en un momento de pausa en el salón de bailes del Club Arequipa.
Miguel Tello, Ricardo Carrera y Guillermo Vidalón, celebrando una de las tantas anécdotas sanmarquinas revividas durante el ágape en el Club Departamental Arequipa este año.
Juan Hilma, Jorge Corcuera y Gustavo Arauco empujándose el platillo de entrada: un delicioso rocoto relleno. Lo justo. Observen a Juancito, no le pierde la pista a la botella de vino.
Marco Polo y Guillermo Vidalón parecen estar retirados del trago. Juan Hilma y Jorge Corcuera, sin embargo, no piensan lo mismo. Como siempre, en la oposición. La reunión fue un desborde de risas, alegrías y remembranzas.
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La poesía y Rufo Palomino son una sola entidad.
En escena, Walter Carrillo, el redactor estrella de El Peruano y Ana María Cabello, la poeta de la cabellera aleonada.
El juego inolvidable
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La historia
Sucedió hace muchos años. Fue un día memorable. Hasta ahora resuena el bullicio de nuestra barra estallando en ovaciones y vítores en el gimnasio de San Marcos al finalizar el partido. Hasta hoy se yergue la estampa de una jovencísima Delia como la figura de una épica justa deportiva. Recordar le hace bien al corazón y al espíritu. Entonces, recordemos.
La base 79 de la Escuela de Comunicación Social organizó en 1980 un certamen de fulbito femenino. La noticia llegó a nuestros oídos e inmediatamente las compañeras procedieron a seleccionar el plantel que llevaría las banderas de la base. Nosotros habíamos visto jugar a los muchachos y, a esas alturas del año, ya sabíamos quienes eran los buenos, los malos y hasta los feos. Pero nadie tenía alguna idea acerca de las bondades de las mujeres del salón en este deporte. Ellas tendrían la palabra. Bueno, ellas y ellos, porque los hombres lograron colocar un representante en el equipo. Su nombre: Carlos Felice. Cargo: entrenador, pero por la cara y los ojos de picarón, más parecía masajista.
Bajo los tres palos fue ubicada Lucero Legonía, vivaz, sonrisa a flor de piel, aunque se entreveía bajita para el puesto. Gladys Ochoa, Luz Terrones y Mónica Vecco, férreas ellas, ocuparon su lugar en el bloque defensivo. De media punta o enlace Delia Reyes, chiquita pero habilidosa, y como única atacante Hilda Suárez. Su especialidad era hacer goles, es decir, estar allí donde las papas queman.
El plato de fondo fue protagonizado por los cuadros de la base 79 y la base 80. Era la tarde de un tímido invierno. Las alineaciones salieron al ruedo. Suscitaba una sensación de extrañeza ver a las chicas en buzos y shorts, calentando, haciendo fintas tras la pelota, tocándola. A la hora fijada, empezó el encuentro. Voces de aliento desde el graderío. Tensión.
Desde un comienzo se supo que el juego sería equilibrado. Nadie regalaría nada. El gol de un elenco era acallado, casi en el acto, por el gol del contrincante. Felizmente, teníamos a Hilda. Nuestra goleadora (metió dos pepas aquella vez) poseía el don de la ubicuidad y el oportunismo.
Ya en pleno lance, Gladys bajaba y subía por su banda como producto de una disposición táctica del masajista, perdón, del entrenador. Su juego era el de una puntera mentirosa (muy de moda en esos tiempos). La agrandada Lucerito se arrojaba con valentía a los pies de las contrarias sofocando situaciones de riesgo y las zagueras mostraban las piernas fuertes (nos referimos al temple) cuando era necesario.
Pero las del 79 también tenían lo suyo y habían conseguido emparejar el marcador a dos tantos por lado.
Solo faltaban unos segundos para finalizar el partido cuando de pronto apareció Delia y su varita mágica. Pidió la redonda a Lucero y desde su área eludió a cuanto rival se le puso enfrente. Ella sola contra el resto. Las jugadoras del 79 iban cayendo como palitroques, irresolutas, anonadadas. Una, dos, pique, tres, cuatro, gambeta, cinco. Se había deshecho de todo el equipo. La tribuna boquiabierta, los ojos incrustados en el rectángulo, un nudo en la garganta. Salió la portera, quiebre, y, casi cayéndose, empujó el esférico dentro del arco. ¡Gol!, ¡goool!, ¡goooool!, rugió la hinchada. Para no creerlo. Allí nomás, el pitazo final y los rostros gozosos, brazos extendidos, cantos y hurras de los parciales de la base 80, descendiendo como una oleada al escenario principal y aclamando el gran triunfo de nuestras muchachas.
Dice la leyenda que alguien le envió el video a un tal Diego Armando, para que aprenda.