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La cita
Una tarde de setiembre del 2005, cuatro mujeres se dirigieron, desde diferentes puntos de la ciudad, al segundo piso del centro comercial Plaza Vea en el distrito de Lince. En sus mentes rondaba una fijación: planear y ejecutar el reencuentro de los compañeros de la Base 80 de la Escuela de Comunicación Social, a 25 años del ingreso a la Decana de América.
Sobre la mesa, además de los heladitos para el antojo, fue desplegado un amarillento periódico en cuyas páginas se observaba la lista de los nuevos sanmarquinos del año 1980. A partir de este impreso, se iniciaron las pesquisas para conocer el destino de todos los que nos conocimos ese año en el Pabellón “Javier Heraud”, en el tercer piso de la Facultad de Letras.
Clara Castro, Hilda Suárez, Luz Terrones y Ana Luz Domínguez, sabían que la operación no sería tan dulce como el fudge que degustaban. Así, luego de los besos y abrazos, los como has estado y (como no podía ser de otro modo) los intercambios de remembranzas, procedieron a elaborar un registro completo de los compañeros con quienes tenían contacto. Pronto repararon que no había mucho material entre sus manos.
Técnicas de búsqueda
En las semanas que siguieron Luz se convirtió en detective, o más bien en una especie de agente encubierta sembrada en la ONPE, lugar donde trabajaba. Ella asumió la tarea de localizar las direcciones, o alguna pista, de aquellos que fueron etiquetados como los “inubicables”.
Aprovechando sus selectas relaciones en la institución y operando claves encriptadas (quien sabe si también guiños), logró acceder a un cúmulo de legajos del RENIEC sin apretar gargantas, ni gastar un solo cartucho. Cumplió como toda una profesional.
En forma paralela a estos despachos, se hicieron innumerables llamadas telefónicas, se tocaron puertas, se contrataron palomas mensajeras, se hicieron señales de humo y un largo etcétera. Es decir, se emplearon todos los recursos posibles para convocar a la muchachada. La idea era descubrir los eslabones que erigirían la cadena que nos llevaría a encontrar a la mayoría de los amigos perdidos en el tiempo. Entonces, la meta se transformó en un reto.
Afortunadamente, la respuesta fue inmediata. Gledy desde el cálido Chiclayo llamó para confirmar su asistencia. Viajaría a Lima especialmente para la reunión. Rufo se comunicó con los organizadores para garantizar su presencia. Walter Carrillo, Miguel Tello y Manuel Zare, escribieron por correo aceptando la propuesta. Estarían presentes. Poco a poco, el llamamiento comenzó a tomar cuerpo.
Clara y Ana Luz fueron las encargadas de buscar el lugar donde se realizaría el ansiado acontecimiento. “Caminamos todo el distrito de San Isidro”, llegó a confesar, extenuada, Clarita. Y lo consiguieron, hallaron un restaurante de buena comida, grato ambiente y precios módicos: el Chifa Palacio. Cuadra cinco de Canaval y Moreyra. La reunión se realizaría el sábado 10 de diciembre.
El reencuentro
Diciembre es un mes especial. Y no solo por el rumor navideño. Hacia el fin del año todos hacemos el balance de nuestro itinerario y esperamos que el año venidero sea siempre mejor. En ese repaso anual, los que asistimos al reencuentro por los 25 años, tuvimos la suerte de añadir esos gratos momentos al listado de nuestros hechos históricos personales.
Esa noche, las muchachas llegaron luciendo sus galas y brillos, y los muchachos se aparecieron enfundados en sus aposturas y elegancias. Volver a ver a Manuelito Zare con su talante de dandy de los 80; divisar la plática entre “Coco” Castillo, peinando ya algunas canas, y el buen Walter Carrillo, mostrando esa sonrisa cachacienta que lo eterniza, fue como viajar al pasado.
Que placer departir con Luz, en su papel de comité de recepción, y escuchar atentos el discurso de bienvenida de Clara, secundada por las palabras de Hilda y el brindis de Ricardo. Trasuntaban nerviosismo porque ellos sabían que entre el bosquejo de Plaza Vea, meses atrás, y la realidad de esa noche, había tanto trabajo y muchas historias por contar.
Fue gratificante saber de Rufo Palomino, quien recitó al auditorio unos cuantos versos de su inspiración, y abrazar a Delia Reyes, Carmencita Chinchay, Cristina Aquino y Noé Ñahuinlla. Como olvidar las imágenes de la ahora catedrática de comunicación Rosa Cusipuma, de Ana Luz Domínguez y de Ana Amasifuen.
Y allí estaban Marco Polo y su delgadez de quinceañero, Ricardo Carrera y sus cabellos despidiéndose del planeta, y Mariana López impregnada con esa estampa de madurez. Imagínense a Teresa Córdova y Gledy Merma cuchichear contándose secretillos, chinas de risa, después de los postres.
El menú consistió en suikao frito, enrollado de primavera, kam-lu wantan, chuypikay con hongos chinos, tallarín especial y arroz chaufa con pollo. Luego, dos rondas de pisco sour calentaron los ánimos y nos dejaron prestos para el bailongo al son de las orquestas y bandas de Franky Ruiz, Oscar De León, los Enanitos Verdes, Bee Gees y algunas otras estrellas de los ochenta. Por el lado de las mujeres, Delia Reyes, con su ímpetu y gracia, se llevó las palmas. Walter Carrillo no quiso quedarse atrás y se reveló agilito y dúctil en la pista. Teresa Córdova, cámara en ristre, no se perdió ningún detalle del espectáculo. El resto no tardó en armar la fiesta.
De esta manera, en medio de un entorno de camaradería y plagados de reminiscencias, alegría, música y las chelas de rigor, terminó una noche espectacular. No sería la última.
Marco Polo Sántillán, nuestro reportero gráfico, ostentando la calidad de su cámara digital en medio de la chamba. Rosa Cusipuma y Manuelito Zare festejan.
Hilda Suárez, Luz Terrones y Teresa Córdova, esperan con ansias los bocadillos.
Miguel Tello, Delia Reyes, Cristina Aquino, Carmen Chinchay, Mariana López y Clara Castro, escuchan atentamente las palabras de uno de los oradores de la noche. Delia y Cristina solo esperan el momento del brindis.
Ana Amasifuen abraza orgullosa a su hijo la noche de la reunión por los 25 años.
Gledy Merma, Teresa Córdova y Luz Terrones, muestran su mejor sonrisa. Al extremo derecho se observa a Hilda Suárez y Rufino Palomino.
Jorge Castillo y Walter Carrillo observan con mucha atención a los compañeros de la base después de muchos años. Fue en el reencuentro por los 25 años.
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La simpatía de Clara Castro no está en discusión.
La timidez y la cordura se convirtieron en Manuel Zare.
Rosa Cusipuma y su figura serena.
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